El pobre Jaufre, ese estafador con mejillas temblorosas, está muertoÂ… sangrando como un cerdo. Una hoja de cuchillo clavada en su gordo cuelloÂ… Los cuatrocientos habitantes de Criquebec tenÃan una buena razón para odiarlo. ¡Pero de ahà a matarlo! Prosper Lepicq, el abogado detective parisino que pasaba por ahÃ, en su ruta a pie por la campiña francesa, se siente atrapado por un sentimiento curioso, una especie de desconfianza instintiva, irracional. Le parece que se está preparando algo.