La poesÃa amorosa, los poemas de amor, tienen una mayúscula preferencia por el antes (el enamoramiento, la ilusión de los comienzos, la novedad, la atracción, lo vÃvidoÂ…), y también por el después (el desencanto, la ruptura, la traiciónÂ…). Pero, cuando el antes ya se dio y el después aún no ha llegado, qué poca poesÃa hay, qué pocos poemas son los fermentados en lo que queda: el durante. Y eso que es el durante, el mientras, el gerundio, quien más y mejor piensa y siente el amor. Es el durante, el cotidiano y poliédrico durante, el único que sabe parafrasear un nosotros. En el durante comprendemos que tenemos dos medios de comunicación: ahora yÂ… Me corrijo: sólo uno. En el durante redescubrimos, no que hemos vuelto, atentos, a optarnos, sino que existen, todavÃa, palabras y mañanas que vivirnos. TodavÃa. Qué longeva aspiración a la reciprocidad. Sucede que gustarse, conocerse, disfrutarse, preferirse, confiarÂ… sucede, al parecer, no antes, no después, sino durante todavÃas. Tantos como sigamos queriendo ser dos.