A los 23 años de edad, Manfred von Richthofen, miembro de una tradicional familia terrateniente prusiana, fue convocado para luchar en la guerra como oficial de caballerÃa, un puesto de reconocido prestigio en un conflicto que habÃa arrastrado a millones de soldados anónimos a empantanarse en inhóspitas trincheras, donde tuvieron que convivir con el acoso de las ratas y la amenaza de los gases letales, padeciendo un sinfÃn de enfermedades. Lo que Richthofen no esperaba era encontrar a su distinguida unidad de caballerÃa relegada a un segundo plano, a raÃz del surgimiento de las ametralladoras y los potentes cañones de artillerÃa, que anularÃan cualquier posibilidad de movimiento. Su ilusión de vivir una inolvidable aventura y regresar a casa con el uniforme cargado de medallas se desvaneció junto con su orgullo, al ser trasladado al cuerpo de señales, donde pasarÃa los dÃas tendiendo cables y cogiendo el teléfono. Lejos de resignarse, Richthofen trató de encontrar un lugar que pudiera proporcionarle la acción que tanto anhelaba y en pocos meses pasarÃa de ser un oficial de caballerÃa común a convertirse en la mayor leyenda del combate aéreo hasta el dÃa de hoy.